Durante siglos, los seres humanos hemos sido catalogados a partir de la etiqueta de lo masculino y lo femenino y desde allí se nos ha encasillado en unos roles que debemos asumir. En tal sentido, las sociedades han considerado que es legítimo diferenciar entre mujeres y hombres, generalizándose procesos de exclusión y desigualdad. Esto no puede seguir así, se hace necesaria una nueva forma de entender el género y gestar procesos educativos que ayuden a transformar esta situación de inequidad.
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